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Roman Calendar

viernes, 24 de abril de 2009

La muerte de Lucrecia

31 - La muerte de Lucrecia. Tiziano; siglo XVI. Fitzwilliam Museum (Cambridge)


A Lucrecia se la representa generalmente en el momento en que se mata clavándose un puñal o arrojándose sobre una espada.

Virtuosa noble romana, Lucrecia era esposa de Colatino. Sexto Tarquinio, hijo del rey Tarquinio el Soberbio, se enamoró de ella y se introdujo de noche en su habitación, aprovechando la ausencia del marido, que estaba con el ejército. El hijo del rey, armado, intentó por todos los medios seducir a la mujer y ante el rechazo de Lucrecia amenazó con matarla a ella y a un esclavo y dejarla junto a su cadáver. De ese modo se pensaría que Lucrecia había sido sorprendida en adulterio, en compañía de un siervo. Sin escapatoria, la mujer cede a los deseos de Sexto. Al día siguiente Lucrecia mandó llamar a su padre y a su esposo. Después de informarles de lo sucedido, hace que los dos hombres juren vengarla y se quita la vida clavándose un puñal. Junio Bruto, sobrino de Tarquinio el Soberbio que asistió a la escena, incitó al pueblo a la revuelta y expulsó al rey y a sus hijos de Roma. Esa historia marca el comienzo de la República romana, de la que Bruto y Colatino fueron los dos primeros cónsules. La imagen de Lucrecia, que se mata prefiriendo la muerte al deshonor, es un tema recurrente en la iconografía renacentista, que interpreta el sacrificio extremo de la mujer como símbolo de la virtud conyugal.
En la imagen podemos ver a Sexto Tarquinio, que amenaza a Lucrecia, lanzándose contra ella armado con un puñal. Lucrecia trata en vano de liberarse de la amenazadora figura de Tarquinio.

El rapto de las Sabinas

30 - El rapto de las Sabinas. David; siglos XVIII – XIX. Museo del Louvre (París)

El episodio del rapto de las sabinas por los romanos se suele ambientar fuera o en los alrededores de la nueva fundación.

Después de haber fundado Roma, Rómulo se dio cuenta de que, para que su reino pudiera incrementarse manteniendo un sólido futuro, debía asegurar a la ciudad una descendencia segura y duradera. A tal fin envía mensajeros a las poblaciones vecinas con el encargo de establecer nuevas alianzas, garantizando de ese modo matrimonios seguros. Sin embargo, ninguno fue recibido benévolamente ya que las ciudades vecinas temen la eventual potencia futura de Roma. Así pues, Rómulo decidió organizar fiestas solemnes en honor de Neptuno e invita a los sabinos y a las poblaciones de los alrededores. Durante las celebraciones, a una señal convenida, los jóvenes romanos raptaron a las muchachas sabinas expulsando a sus familiares. Semejante gesto provocó la inevitable reacción de los sabinos, que declararon la guerra a Roma. Sin embargo, durante una sangrienta batalla, las mujeres sabinas se interpusieron entre los dos bandos enfrentados, implorando la deposición de las armas y el establecimiento de un acuerdo de paz. Sus plegarias fueron escuchadas y los dos pueblos se fundieron en uno solo con Roma por capital.
En la imagen vemos a Hersilia, hija del rey sabino Tito Tacio, que se había casado con Rómulo, entre su padre y su marido al tiempo que pide a los guerreros de ambos lados que no separen a las mujeres de sus esposos o a las madres de sus hijos. Otras mujeres sabinas se le unen en sus exhortaciones.

Rómulo y Remo

29 - Rómulo y Remo. P.P. Rubens; siglos XVI – XVII. Museos Capitolinos (Roma)

A Rómulo y Remo se les suele representar recién nacidos mientras los cría la loba. Las peripecias de los dos gemelos a veces se ilustran en ciclos de frescos.

Amulio y Numitor, hijos del rey de Alba Longa, Procas, descendientes de Eneas, sucedieron a su padre en el gobierno de la ciudad. Sediento de poder, Amulio expulsó al hermano y obligó a Rea Silvia, única hija de Numitor, a permanecer virgen convirtiéndola en vestal. A continuación el dios Marte yació con la muchacha, quien dio a luz a dos gemelos. En consecuencia, Amulio encerró a Rea Silvia en prisión y ordenó a un siervo abandonar a los recién nacidos en las aguas del Tíber. Sin embargo, la cesta en la que los niños habían sido colocados se quedó enganchada en la orilla y los pequeños fueron criados por una loba. En ese lugar habitaba el pastor Fáustulo, quien los confió al cuidado de su mujer. Al hacerse mayores, Rómulo y Remo llegaron a conocer su origen y, tras matar a Amulio, devuelven Alba Longa a Numitor. Luego los gemelos fundaron una nueva ciudad en el lugar en que habían sido abandonados. Posteriormente surgió una disputa entre ambos y Rómulo, después de haber matado a su hermano, concluyó la fundación de la ciudad.
La escena representa el momento en que el pastor Fáustulo, a la derecha, encuentra a los niños, que están siendo amamantados por la loba. La mujer joven que aparece a la izquierda parece ser Rea Silvia, madre de los gemelos. Y el anciano que aparece a su lado podría ser una representación del río Tíber.

Eneas relata a Dido sus aventuras

28 - Eneas relata a Dido sus aventuras. P. N. Guérin; siglo XVIII. Museo del Louvre (París)


La figura de Dido suele aparecer al lado de Eneas. El episodio que ha recibido especial favor de los artistas es el de la muerte de la reina cartaginesa.

El mito de Dido, hija de Muto, rey de Tiro, se remonta a las antiguas leyendas sobre las migraciones fenicias en el Mediterráneo. Virgilio se apropió de la tradición aportando algunas variantes importantes y haciendo de la reina uno de los personajes más famosos y caracterizados de su Eneida. A pesar de que entre la fecha de la caída de Troya y la de la fundación de Cartago pasaron más de tres siglos, el poeta latino imaginó a Dido y Eneas como contemporáneos y llevó a su héroe, tras abandonar Troya en llamas, arrastrado por una tempestad a las costas africanas en las cercanías de Cartago. Dido acogió benévolamente a Eneas, quien, durante un banquete en su honor, a petición de la reina contó las peripecias que le habían sucedido desde la caída de Troya; narró la treta de los griegos, el fin de Troya, su propia huida con un puñado de compatriotas y sus vagabundeos en busca de un nuevo hogar. La reina, cuyo marido había muerto muchos años antes asesinado por su hermano, se enamoró del héroe. Pero Eneas no puede escapar al destino que los dioses le tienen reservado a él y a su descendencia. El príncipe troyano, por invitación de Mercurio, se ve obligado a retomar el viaje, a pesar del profundo sentimiento que le une a Dido. Después de un afligido adiós en que la reina intentó en vano detener a su amado, el jefe troyano partió. Dido, desesperada, ordenó que se encendiera una pira fúnebre sobre la que se mata con la espada de Eneas.
En el cuadro de Guérin podemos ver una escena íntima en el interior del palacio; a la izquierda aparece Eneas, con el casco de penacho, contando a Dido sus peripecias desde su huída de Troya. Dido aparece recostada, escuchando embelesada las palabras de su amado. Abraza a un niño, probablemente Cupido bajo la figura de Ascanio, hijo del héroe. Tras ella, aparece una figura femenina, que bien pudiera ser una matrona, o bien su hermana pequeña Ana.

La conducción del caballo hacia Troya

27 - La conducción del caballo hacia Troya. Tiepolo; siglo XVIII. National Gallery (Londres)
Al caballo de Troya se le representa en el momento de su construcción, a la entrada de la ciudad, o también cuando los griegos irrumpen en ella desde el costado del caballo.

Homero, en la Odisea, indica brevemente el episodio de la construcción del caballo de madera y de la posterior toma de Troya. Virgilio recupera el tema y lo cuenta detalladamente en la Eneida. Después de muchos años de guerra los aqueos comprenden que no lograrán tomar Troya. Ulises, pensando en conquistar la ciudad con engaños, propone a Epeo, uno de los jefes griegos, ayudado por Minerva, la construcción de un gigantesco caballo de madera y esconde en el interior del vientre a los guerreros más valerosos. Luego los griegos se alejan de la costa simulando haber desistido del asedio, y atracan en una isla cercana. Los troyanos, aconsejados por Sinón, un griego infiltrado, deciden llevar el caballo al interior de la ciudad, y debido a las imponentes dimensiones de la figura de madera, que no puede pasar a través de las puertas, abaten parte de los muros. Troya será tomada esa misma noche.
En la imagen podemos observar como el caballo fue transportado a la ciudad gracias al auxilio de ruedas o rodillos construidos por los troyanos, tal como cuenta Homero.

Eneas huye de Troya

26 - Eneas huye de Troya. F. Barocci; siglo XVI. Galería Borghese (Roma)

Eneas no posee connotaciones iconográficas precisas. Los artistas ilustran las aventuras del héroe inspirándose principalmente en la Eneida de Virgilio, representándolo en pinturas singulares o en series de frescos.

Eneas, recordado por Homero entre los más valerosos jefes troyanos, fue hijo de Anquises y de Venus. Huyendo de Troya, Eneas se ve obligado a vagar por el Mediterráneo. Después de haber pasado por el Epiro y Sicilia, una tempestad lo arrojó a las costas de África donde fue acogido por Dido, reina de Cartago, que se enamoró del héroe. La reina deseaba que Eneas, convertido en su esposo, permaneciera con ella para siempre, pero el destino del troyano es inmutable. Exhortado por Mercurio, el héroe volvió al mar y Dido, desesperada, se quitó la vida. Zarpando de las costas africanas, Eneas desembarca en Italia, en las proximidades de Cumas, y pregunta a la famosa Sibila, que lo conduce al reino de las sombras donde se le confirma el destino que le aguarda: fundar una nueva patria en el lugar en que un día surgirá la ciudad de Roma. Retomando el viaje, el héroe troyano llega al Lacio, a la desembocadura del Tíber, donde es acogido por el rey Latino. A continuación sostiene numerosas batallas contra las poblaciones itálicas que le son hostiles, mandadas por Turno, rey de los rútulos, que morirá a manos del mismo Eneas.
En la imagen vemos a Eneas, al que se le suele representar mientras huye de Troya llevando a sus espaldas a su viejo padre Anquises. A su vez, su padre lleva en la mano los penates de Troya. La fuga sucede sobre el fondo de la ciudad en llamas. El niño a los pies de Eneas es Ascanio, llamado también Julo, cabeza de la familia de la gens Julia, de la que desciende directamente el emperador Augusto. Creusa, la esposa de Eneas, sigue al marido durante la fuga de Troya en llamas. Sin embargo, la mujer, perdida en el desorden y la confusión de la batalla, morirá.

Laocoonte

25 - Laocoonte. Atenodoro, Hagesandro y Polidoro; siglo II a. C. Museos vaticanos (Roma)

A Laocoonte, sacerdote troyano, se le suele representar en la playa de Troya, enroscado entre los anillos de unas terribles serpientes junto a dos de sus hijos.

Tras haber construido el caballo de madera, los griegos lo dejaron abandonado en la playa. Al día siguiente, los troyanos se acercaron a él y comenzó una discusión sobre qué hacer. Laocoonte, que se preparaba para cumplir un sacrificio a Neptuno, arrojó una lanza contra el vientre del enorme animal en el intento de convencer a sus compatriotas para que lo destruyeran. En ese momento llevaron ante Príamo a un griego, de nombre Sinón, que dijo que el enorme animal había sido construido por los griegos para dar gracias a Minerva. Además, si los troyanos llevaran el caballo a la ciudad, conquistarían el favor de la diosa, lo que les haría invencibles. Salieron de improviso del mar dos serpientes monstruosas que se dirigieron hacia los hijos de Laocoonte y se enroscaron a sus cuerpos. El sacerdote entonces corrió en ayuda de los muchachos, intentando matar a las horribles criaturas, pero también él quedó atrapado en sus terribles anillos y murió. Luego las serpientes se deslizaron veloces hacia el templo de Minerva donde desaparecieron. La muerte de Laocoonte se interpretó como un castigo divino y, por tanto, como prueba de la sinceridad de Sinón, y los troyanos llevaron el caballo a la ciudad, abriendo paso a su derrota.