Los primeros Juegos tuvieron lugar el 776 a.C., en Olimpia. Cada cuatro años, en verano y en luna llena, atletas de toda Grecia se enfrentan en honor de Zeus. Durante las pruebas, se prohibían las guerras entre las ciudades. Olimpia se convertía en símbolo de paz.
Un santuario religioso.
Olimpia no era una ciudad, sino un lugar de culto. Durante siglos sólo contaba con un único templo, el de Hera. En el siglo V a.C. se construyó el templo de Zeus y, años después, una casa para los sacerdotes, una hostelería, unos baños y muchas otras instalaciones deportivas.
El reclutamiento de atletas.
Para los griegos, la educación física permitía el desarrollo del cuerpo y del espíritu. Se entrenaban desde niños. Pero, para participar en los Juegos, las reglas eran estrictas: era preciso ser varón, libre y griego. Los esclavos, los extranjeros y los delincuentes no están admitidos. En lo que respecta a las mujeres, no se las admitía ni en las pruebas ni en los espectáculos, ¡bajo pena de muerte! Y que tengan cuidado los tramposos: se los expulsa o pagan una multa, que será utilizada para levantar las estatuas en honor de Zeus.
Los campeones del estadio.
En Olimpia, los vencedores recibían una corona de hojas de olivo y unas ánforas de aceite de oliva proveniente de olivos sagrados. Los que vencían varias veces eran considerados héroes y los poetas cantaban sus hazañas. Sus nombres se grababan en la piedra, como el de Milon de Crotona, vencedor en lucha.
El declive de los Juegos.
Los juegos tuvieron gran éxito durante más de mil años. Después, los atletas se especializaron y se profesionalizaron; algunos llegaron a utilizar plantas para aumentar su rendimiento y los Juegos se volvieron violentos. En 394 d.C. el emperador romano Teodosio los prohibió. En 1896 los Juegos resucitaron, gracias al barón francés Pierre de Coubertin.
Una de las siete maravillas del mundo.
El templo de Zeus albergaba una de las siete maravillas del mundo: la estatua de Zeus, recubierta de marfil y de oro. Medía 12 metros de altura y fue obra del célebre escultor Fidias. Los sacerdotes la frotaban con aceite para mantenerla. Un geógrafo griego relató que, si Zeus, sentado en el trono, hubiera querido levantarse, habría horadado el techo. Llevada a Constantinopla, la estatua fue destruida en un incendio en el siglo V d.C.
Fuente: Los Mundos Antiguos, Combel Editorial, Barcelona.