Se presenta a un joven desnudo, a veces borracho, con la cabeza ceñida con una corona de hojas de vid o de hiedra; en la mano sostiene el tirso o lleva una copa de vino o un racimo de uvas; también se le representa sobre el caro arrastrado por tigres, leopardos o cabras.
Baco, originariamente dios de la fertilidad, es famoso como dios del vino. Hijo de Júpiter y Sémele, el muchacho nació del muslo del padre, quien lo había cosido allí después de haber matado involuntariamente a la madre. Nació en Naxos y Mercurio lo llevó a Arabia a la mansión de las ninfas de Nisa. Confiado al cuidado de las ninfas, también fue educado por los sátiros y por el sabio Sileno, que le enseñó a plantar la viña, y las Musas le instruyeron en el canto y la danza. La difusión del culto de Baco en Grecia se correspondió con la difusión contemporánea del cultivo de la vid. En las fiestas en honor del dios participaban las bacantes, también llamadas ménades.
Cuando los Gigantes escalaron el cielo, Baco, tomando la forma de un león, luchó contra ellos con tanto éxito como bravura. Júpiter le animaba a la lucha gritándole: "¡Evohé! ¡Valor, hijo mío, valor!" y de ahí el sobrenombre de Evohé.
A Baco se le representa en muchas ocasiones en compañía de sus acólitos entregados a danzas desenfrenadas, con un pandero o tamboriles en las manos y dominados por la borrachera. Además de las ménades, en el cortejo de Baco aparecen frecuentemente los sátiros, que a veces se acompañan con la flauta, y Sileno a la grupa de un asno. A veces en tan ruidosos cortejos se puede encontrar también a Ariadna, consolada por Baco tras haber sido abandonada por Teseo y convertido luego en su esposa. Baco y Ariadna suelen ser representados juntos con su séquito sobre un carro arrastrado por tigres, leopardos o cabras. A ese tipo de representación se le llama el triunfo de Baco. Mientras los primeros animales se refieren probablemente a la difusión del culto de Dionisio en Asia, los segundos aluden a los orígenes del dios, adorado bajo la forma de cabra o toro.
A pesar de su benevolencia, Baco castigó sin reparos a quienes se negaron a reconocerle por dios o se mostraron ingratos a sus beneficios, como las Mineidas, convertidas en murciélagos por negarse a rendir culto al dios, o Licurgo, rey de los edones que se opuso a la propagación de la vid y por ello fue atado a un árbol y abandonado a las bestias feroces, o Penteo, rey de Tebas.
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