Famosa tejedora, a Aracne se la representa habitualmente sentada en el telar mientras la diosa Minerva, con armadura, la observa trabajar. A veces la joven, en pie con el brazo extendido, muestra orgullosa su obra o bien se la representa con la telaraña entre las manos.
Una de las atribuciones de la diosa Atenea es la de vigilar algunas actividades domésticas, sobre todo el hilado y el tejido. Es famoso el episodio en que la diosa transforma en araña a Aracne, la hilandera que se atrevió a desafiarla.
Aracne, una joven de Lidia, hija de un famoso teñidor de púrpura, Idmón de Colofón, era tan hábil en el arte del tejido que incluso las ninfas se acercaban a observarla mientras trabaja. Engreída, Aracne se declaró superior a la misma Minerva y desafió a la diosa, protectora de todas las artes, incluida la de fabricar tejidos.
Adoptando la apariencia de una vieja, Minerva intentó primeramente inducir a Aracne a que se excusase por su descaro, pero la joven no desistió y hasta se obstinó en su insolencia. De modo que Minerva se descubrió y aceptó el desafió. Sin intimidarse, Aracne comenzó a tejer su tela en la que representaba los amores de los dioses: Europa arrebatada por Júpiter transformado en toro; Asteria forcejeando contra el mismo dios metamorfoseado en águila; Leda, de la que aquél se hacía amar tomando la forma de cisne; Alcmene, a la que engañaba usurpando los rasgos de Anfitrión; Dánae y la lluvia de oro; Egina y la llama viva; Mnemósine y el pastor. Sin embargo a la diosa no le agradó el tema representado y, furiosa, hizo jirones la tela y golpeó a Aracne con la lanzadera. Entonces la muchacha, abrumada por la ira de la diosa, intentó ahorcarse desesperada, pero Minerva, compadecida de la joven, la sostuvo en los aires para que no acabara de estrangularse y la transformó en araña. Bajo esta nueva forma, Aracne conserva aún su pasión por hilar y tejer la tela. De hecho, los antiguos creían que la araña –en griego aráchne- producía la tela tejiéndola.
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